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El cerebro es perezoso. Al cerebro no le gusta esforzarse. El cerebro busca el camino fácil.

Por otro lado, al cerebro le gusta lo nuevo. Le aburre lo de siempre. Le estimula el descubrimiento.

Vaya situación. Tenemos una paradoja. Queremos cosas nuevas pero sin esforzarnos mucho. ¿Es por eso que nos gusta tanto ver la nueva serie de Netflix o el nuevo video gracioso que publica algún amigo nuestro en su perfil de Facebook?

Pues sí.

Esa es la razón.

Los productos sorprendentes que se consumen de forma pasiva son increíblemente atractivos para el cerebro.

Pero eso no nos produce satisfacción en el largo plazo.

La razón para esto es que el consumir creaciones externas no suple otra necesidad humana: la del ejercicio de la propia creatividad.

Los buenos innovadores son maestros en encontrar formas de estimular al cerebro para que se anime a explorar, por cuenta propia, nuevos caminos, que provean visiones nuevas de la vida.

¿Pero cómo lograr que el cerebro se anime a incomodarse y arriesgarse a encontrar problemas que le pongan en situaciones indeseables?

Los buenos innovadores tienen objetivos ambiciosos. Pero esos objetivos ambiciosos pueden ser tan abrumadores para el cerebro, que pueden llevarles a evitarlos, a huir de ellos, a aplazarlos. Y esto se logra con una fórmula mágica: la procastinación.

La procastinación es el recurso que tiene el cerebro cuando desea huir de una actividad que le incomoda, que le asusta, que le produce ansiedad.

Así que nuestra pregunta cambia ahora a: ¿Cómo lograr que nuestro cerebro no se angustie frente a un objetivo ambicioso, que no sabremos aún cómo lograr?

La respuesta es sencilla: Hay que transformar ese gran problema difícil, en un conjunto de problemas fáciles. Cada uno de estos pequeños problemas plantea una situación suficientemente estimulante al cerebro como para animarlo a levantarse de su sofá y ponerse manos a la obra a solucionarlo. Una vez se soluciona este primer objetivo, la satisfacción que produce el éxito, que aunque parcial no deja de ser significativo, genera en el cerebro la necesidad de repetir la experiencia para recibir una nueva carga de satisfacción.

Una de las teorías más interesantes de la motivación es la teoría del flujo, propuesta por el sicólogo húngaro-americano Mijali Czikszenmihalyi (espero que haya quedado bien escrito). En esta teoría, este señor, trata de entender aquellos momentos en los que las personas están tan inmersas en una actividad, por ejemplo jugando un juego de video, que pierden la noción del tiempo. Czikszenmihalyi (creo que lo escribí igual que arriba), dice que en estas situaciones, las personas logran altos niveles de efectividad en la tarea que les ocupa y, además, obtienen un sivel de satisfacción óptimo. Las actividades que llevan a estar personas al estado de flujo, son las que el hombre llama «autotélicas», que lo que significa es que son satisfactorias por sí mismas. Al tratar de describir las características de este tipo de actividades, Czikszenmihalyi (última vez que lo escribo hoy) dice que tienen un nivel de dificultad acorde con las capacidades del individuo. Es decir que son un desafío que no es demasiado difícil ni demasiado fácil. Lo primero asustaría al cerebro y lo segundo lo aburriría. Las actividades autotélicas son, entonces, aquellas que presentan un desafío adecuado. Es decir, son tareas que presentan un objetivo que se encuentra solo un poco por encima de los logros obtenidos anteriormente. De esta manera el cerebro siente que con un poco de esfuerzo, aplicando lo que la experiencia le ha enseñado y agregado algo de creatividad, puede lograrlo.

Esta teoría nos da una pista para nuestro desafío innovador: ¿Cómo transformar un objetivo ambicioso, que es lo que caracteriza a los buenos innovadores, en objetivos más pequeños que sean estimulantes para el cerebro?

La solución es dividir el objetivo ambicioso en mini-objetivos que llamaremos Logros. Esto se puede hacer usando diferentes lógicas:

  1. Hipótesis comprobadas o problemas clave resueltos. Un primer objetivo parcial dentro de un mega-objetivo, es lograr comprobar o descartar las hipótesis que el innovador tenga para su solución. Se trata de un logro parcial porque para comprobar estas hipótesis, no es necesario construir la solución completa, sino prototipos parciales que pongan en marcha la situación que se desea probar. Un innovador haciendo un auto volador puede probar primero un nuevo tipo de motor ultra-liviano, sin necesidad de preocuparse, por lo pronto, por el terminado de la cojinería.
  2. Pasos intermedios. Este es el más popular de los métodos para construir mini-objetivos. Estos pasos intermedios se pueden organizar por tiempos (dividir las tareas por semanas, por ejemplo) o tareas.
  3. Mini-productos. Este enfoque lleva a los innovadores a crear pasos intermedios que se convierten en desarrollos completos. En otras palabras el resultado del primer paso, aunque aún no cumple el objetivo ambicioso previsto, es ya un producto autónomo que se puede presentar, vender, usar, incluso si no se continúa el proceso completo.

El formato que incluyo aquí servirá para mostrar la ruta, compuesta por estos logros, que nos llevará a cumplir el objetivo ambicioso.

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